Esperanza del oro Paralímpico motiva a Esteban Farías

Palista italiano ya tiene título mundial, pero ahora quiere sumar el oro Paralímpico a su palmarés 24 Jun 2020
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Italian Para canoeist Esteban Farias
Italiano Esteban Farias
ⒸICF
By Santiago Menichelli

Esteban Farias estaba entrenando con el equipo italiano de Para canotaje en Cagliari, Cerdeña, cuando llegaron las primeras noticias sobre el virus COVID-19 al país. 

Su atención se centró entonces en los Juegos Paralímpicos 2020 después de lograr la clasificación en el Campeonato Mundial 2019 en Hungría, donde ganó plata en la categoría KL1.

Pero todo cambió.

"Teníamos un permiso especial de la Federación Nacional y del Gobierno de Italia para continuar entrenando, porque somos atletas internacionales", explicó Farias.

Cuando el coronavirus comenzó a extenderse por todo el país y Tokio 2020 fue pospuesto, Farias voló a Cremona, la ciudad donde vive en la región de Lombardía, donde el COVID-19 golpeó con especial fuerza.

El dos veces campeón del mundo solía entrenar en el río Po. Pero una vez que Italia implementó la cuarentena nacional, tuvo que encontrar nuevas formas creativas de mantenerse en forma.

El hombre de 35 años convirtió el estacionamiento de su edificio en su propio gimnasio, haciendo allí entrenamiento con pesas y trabajo aeróbico durante semanas.

El aplazamiento de los Juegos Paralímpicos hasta el 2021 fue otra píldora difícil de tragar para el italiano, que admitió que estaba "triste y amargado". 

"Había entrenado durante tres años, con mucha fatiga, mucho trabajo", dijo. "Sabemos que esperar un año más es mucho para un atleta como yo a los 35 años. Veremos qué puedo hacer".

Mientras Italia relajaba las restricciones de cuarentena, Farias volvió al agua, donde se siente mejor.  

"Un mes sin salir en el kayak fue malo para mí. Estar en el río, en ese espacio abierto, me lo perdí. Sentí que algo faltaba. Estar en el agua me hace sentir bien, libre en medio de la naturaleza".

Oficio de pastelero


Hijo de padre argentino y madre italiana, Farias nació en 1984 en San Martín, una localidad de la provincia de Buenos Aires, Argentina. A la edad de tres años se mudó con su familia a Sicilia, Italia. Allí vivió hasta los 20 años, cuando hizo las maletas y se fue a Reggio Emilia, en el norte del país.

Fue entonces que se hizo hábil en la confitería de la Pasticceria Oasi. Solía preparar desde cornetto, similar al croissant francés, hasta el Pastel de Mil Milhojas, su especialidad.

Sin embargo, dijo que era difícil para él mantener la rutina. "Yo era un chico muy joven, tenía entre 20 y 25 años en ese momento, y era muy difícil levantarse todos los días a las tres de la mañana y trabajar hasta las 11 o 12 del mediodía, era bastante estresante".

En aquel entonces, Farias disfrutaba jugando al fútbol como portero y viendo jugar al AC Milan.

De pintor a palista


Se cansó de trabajar como confitero y se pasó a la pintura. En ese entonces, había reservado pasajes de avión a Argentina para visitar a su abuela. Pero meses antes, un accidente lo cambió todo: mientras pintaba una pared exterior, fallaron las contenciones de seguridad y cayó desde una altura de cuatro metros. Como consecuencia, perdió la movilidad en las piernas.

"Era el año 2009, tenía 26 años y pesaba 72kg. Hasta 2014 no hice nada, sólo rehabilitación. Gané mucho peso y dije: "Necesito hacer algo para mejorar un poco mi vida".

Farias intentó varios deportes hasta que un entrenador de canotaje de la Sociedad Canottieri Lionida Bissolati llamado Nicola Cervati le introdujo en el deporte en una piscina.

"Me inscribí para hacer deporte para mejorar el cuerpo y la mente", confesó. "Al principio fue un poco extraño porque me metí en un pequeño kayak durante cinco minutos en la piscina. Avanzaba dos o tres metros y luego me caía al agua. Era difícil encontrar el equilibrio; la sensación del movimiento no era fácil".

Asumió el desafío paso a paso. "Pensé que en ese mes tenía que hacer cinco metros más que en el mes anterior, o lo que sea. Primero el kayak era pequeño, dos metros, y luego un poco más grande, tres o cuatro metros, hasta que llegué al barco olímpico después de dos o tres años".

Cuando logró salir de la piscina para practicar en el río Po, estaba "muy feliz y contento de dar otro paso hacia mi independencia y autoestima".