Diego Cerega cuelga los botines y se convierte en entrenador

Leyenda del fútbol para ciegos argentino decide permanecer involucrado en el deporte que ama 10 Jul 2020
Imagen
Diego Cerega holds a ball
Diego Cerega es uno de los primeros entrenadores ciegos del mundo
ⒸFundación Paradeportes
By Santiago Menichelli

General Las Heras era para Diego Cerega un paraíso. Ese era el reino del exfutbolista argentino, hoy director técnico.

Parece mentira que 67 kilómetros separaran a ese poblado —por aquel entonces de poco más de 7.000 habitantes— de la Ciudad de Buenos Aires, una de las tres urbes más grandes de América Latina. Las Heras es uno de esos lugares que se desarrollaron a consecuencia del tendido de las vías del ferrocarril a fines del siglo XIX. 

A Diego le habían diagnosticado glaucoma congénito a seis meses de su nacimiento en septiembre de 1976. A partir de ahí corrió, sin saberlo, una carrera. Corrió una carrera contra su enfermedad y contra el tiempo mientras andaba a caballo, saltaba cerdos, se mezclaba entre los terneros, se tiraba boca arriba entre las plantas y jugaba al fútbol en los campos vecinos. Sólo se detenía para leer cuentos de Cortázar y muchos otros.

A los 17 años perdió la visión completamente. “Tenía esa omnipotencia de la adolescencia y de repente me di cuenta de lo que no iba a poder hacer. Se me truncaron muchos sueños”, reconoce. En lo deportivo, soñaba con jugar al fútbol en San Miguel de las Heras, el equipo del barrio. También quería estudiar y recibirse de contador público. Finalmente, dejó el colegio secundario sin terminar.

En esos primeros años le costó mucho adaptarse a su discapacidad visual. No usaba bastón y seguía subiéndose al techo por tareas domésticas al igual que antes. “A los 20 años, un grupo de amigos del pueblo me dice si quería hacer una rehabilitación. Me contactaron con el Instituto Román Rosell, en San Isidro”.

En el centro de rehabilitación terminó de aprender que “conocer el límite de lo que puedes hacer te hace grande. A veces, menos es más. Es más fácil hacerte amigo de tu discapacidad. Te hace ganar tiempo y eso es lo único que no reciclas”. Hacía mucho que venía ganando tiempo: “Cuando quedé ciego, todo el desarrollo psicomotriz de mi infancia en el campo me sirvió mucho”.

El tono de Cerega no es solemne cuando repasa algunos de los años más difíciles de su vida. Ríe y hace bromas. Y ríe más cuando recuerda cómo comenzó todo: “En el Instituto Rosell conocí a Silvio Velo y a otros jugadores que fueron parte de esta historia”. Su historia, la historia de Los Murciélagos.

Albiceleste

“Empecé a caminar con la pelota en los pies como muchos niños y niñas del país”, cuenta Cerega. No dudó en sumarse al equipo de fútbol 5 para ciegos del Instituto Rosell. Fueron campeones más de una vez en la Liga Argentina.

Imagen
Diego Cerega playing for Fundación Paradeportes against River Plate
Cerega jugando para Fundación Paradeportes contra River Plate Ⓒ Fundación Paradeportes

Así lo conoció al entrenador Enrique Nardone, que dirigía al equipo nacional y se vio atraído por las condiciones de ese jugador de marca y sin tapujos para ir a pelear cualquier pelota, por más difícil que fuera.

“En julio del 2002, Quique me invitó a jugar en la Selección Argentina y yo le pregunté si le parecía. Le hice la seña de que estaba gordo. Pesaba 110,5kg”, narra. “Él me dijo: ‘A un buen tipo le puedo enseñar a jugar al fútbol, pero a un buen jugador de fútbol no le puedo enseñar a ser buena persona’”. Pasaron 18 años, pero Diego no olvida esas palabras.

“Me lo tomé en serio. Fui al psicólogo y empecé a entrenar”, recuerda. Bajó más de 30kg en cinco meses: pesaba 78kg cuando viajó en diciembre a Río de Janeiro para jugar su primer Campeonato Mundial con la camiseta albiceleste.

Nacen Los Murciélagos

Argentina había salido segundo en los dos Campeonatos Mundiales disputados hasta el momento, Paulínia 1998 y Jeréz 2000. La edición 2002 volvió a Brasil, en Niterói.

Diego Cerega fue titular. Su función era “que no pasaran la pelota y el hombre juntos”, dice entre risas. Los argentinos vencieron a Grecia y a Francia 1-0 y a Paraguay 4-1 en una ronda preliminar sin concesiones. En semifinales golearon 5-0 a Colombia para ganarse un lugar en la final frente a España.

“Fue ahí cuando Alejandro Apo —un famoso periodista argentino— le hace una nota a Silvio (Velo) en la radio. Estábamos todos juntos en el hotel y antes de eso pensamos en un nombre para ponernos. ¿Por qué no llamarnos Los Murciélagos?, dijimos. Somos pequeños, no vemos, nos guiamos por el sonido y siempre queremos volar alto. Entonces Silvio lo repitió en la entrevista. Y ahí quedó”.

Argentina superó 4-2 a España y fue campeón mundial, clasificando por primera vez a los Juegos Paralímpicos. “Volvimos con el campeonato del mundo, la llave para Atenas 2004 y el mote de Los Murciélagos”.

“Ponernos un nombre, tener una identidad o un sello fue otra cosa. Nos dio un tema de pertenencia al grupo, es muy sano. Es como un estandarte”, afirma. “Antes, en el CeNARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) éramos ‘los cieguitos’ que corrían detrás del cascabel. Nosotros empezamos a interactuar y a pedir ayuda. Era el prejuicio que había de ciertas discapacidades. Después se dieron cuenta que los defectos estaban a la vista y las virtudes había que detenerse cinco minutos para verlas”.

“En el zoológico de animales del deporte argentino había pumas, leonas. ¿Por qué no murciélagos? Crecimos en confianza. Antes nos costaba mucho interactuar en el comedor del CeNARD y después nos ayudaba todo el mundo, cualquier persona, deportistas con o sin éxito o prestigio. Nos entregamos en serio a lo que hicimos. Soñábamos con ser jugadores Paralímpicos y lo logramos: de entrenar en una cancha de tierra a estar en el campo Paralímpico de Atenas. Pasamos de entrenar con pelotas que se nos desinflaban cada cinco minutos a estar en lo más alto de la élite”.

Camino al Olimpo

“Salimos campeones en Río de Janeiro y me cambió la vida. Fue un antes y un después ese viaje. Encontré un lugar de identidad y fui parte de un equipo exitoso y prestigioso. El éxito después se va, pero el prestigio sigue”.

En esa identidad del equipo argentino había roles bien definidos. “Yo jamás metí un gol fuera de las definiciones por penales. En ese momento no rotábamos tanto, todo estaba más pautado en cuanto a las funciones. Yo jugaba de mediocampista defensivo y tenía que quitar el balón y administrarlo. Éramos todos capitanes. Cada uno en su quinta, pero cada uno era el mejor del planeta para nosotros”.

En Atenas 2004, Los Murciélagos tuvieron un debut envidiable. Llegaron a la final, en donde empataron con Brasil 0-0 y luego cayeron 3-2 en los penales. “No hubo cosa más linda que haberme disfrazado con la bandera argentina y representarla con mis compañeros. Y en Atenas, adonde se volvieron a hacer después de casi un siglo”.

Argentina se impuso a Brasil en la Copa América 2005, en San Pablo, y el equipo llegó confiado al Mundial 2006 en Buenos Aires. “Ese Mundial acá fue el mejor de todos nuestros logros. Es que hasta ahí eran mitos y leyendas lo que podíamos contar, porque la gente no lo podía ver, eran todas fotos de las medallas y parecía que ganábamos caminando”.

“Ese año pudimos mostrarle a todos lo que hacíamos afuera y lo hicimos en el CeNARD, que decíamos que era el patio de casa. Pudimos demostrarles a nuestros familiares y al país de lo que éramos capaces de hacer. Salimos campeones ganándole a Brasil en la final”. Ese triunfo 1-0 ante los brasileños, con gol de Silvio Velo, le dio a Los Murciélagos el bicampeonato mundial.

En 2007, en los Juegos Parapanamericanos en Río de Janeiro, Argentina se quedó con la medalla de plata. En Beijing 2008, Cerega cosechó su última medalla Paralímpica. El seleccionado sudamericano se subió al podio tras ganarle a España en los penales. Diego hizo el gol que desató la alegría albiceleste.

“Yo no me esperaba ni quedar ciego. Soy un agradecido con el fútbol para ciegos. Me dieron un lugar para ser un jugador Paralímpico. Estuve en el momento más exitoso de la Selección y me siento parte de algo muy importante”, indica. “No me imaginaba conocer el Partenón o la Muralla China. Conocer el mundo atrás de una pelota fue lo mejor que me pudo haber pasado”.

Retiro

En noviembre del año pasado, Cerega tenía una decisión tomada: iba a retirarse del fútbol tras jugar en Santa Fe el último partido de la Liga Argentina con su último equipo, Fundación Paradeportes.

“Estoy dolorido y sufro de jugar al fútbol. Me había propuesto que el día que no disfrutara al nivel que requiere ese torneo, iba a dejar el lugar para que otro viva su historia, así como la viví yo”.

En 2013 había tenido su adiós con el seleccionado nacional. Fue en un campo de deportes inaugurado en General Las Heras, del que fue el padrino. En el “Playón de la inclusión” fue el partido de despedida de este Murciélago emblemático. Hubo atletas, técnicos y hasta árbitros invitados.

Antes había vestido las camisetas del Instituto Román Rosell, River Plate, Godoy Cruz de Mendoza y Unión de Del Viso. Totalizó apenas tres goles. “Rosario lo tiene a Messi y Las Heras me tiene a mí, salvando las distancias”, aclara.

Un entrenador único

La Fundación Paradeportes es una ONG dedicada a desarrollar y difundir la actividad deportiva para personas con discapacidad. Su presidente, Maximiliano Nóbili, le hizo a Diego una propuesta que no esperaba apenas horas después de su retiro: le ofreció ser el entrenador del equipo.

“Le dije que, si el tema era colaborar, lo hacía. Lo mío siempre fue eso: ser voluntarioso. En el Instituto Rosell entré a jugar para dar una mano porque faltaba uno, y así empecé. Los melones del camión se van acomodando con los golpes del camino. Las cosas malas son herramientas. Yo utilicé la ceguera como una herramienta o un trampolín en lugar de usarlo como un depresivo. Hay más para perder que para ganar en la vida”.

“Les pido disculpas a los directores técnicos”, dice Diego. Tiene mucho para aportar desde su experiencia dentro de la cancha y de lo que ha aprendido de sus entrenadores, pero quiere complementarlo con formación. Este año terminará la escuela secundaria y el año próximo hará el curso de director técnico. “Seguramente me va a hacer crecer también como persona”.

“A mí me gusta la palabra armador de grupo. Soy responsable de eso y de los resultados que tenga el equipo en el torneo. Esto es un viaje de ida. Es muy divertido tener a mis compañeros como dirigidos. El primer entrenamiento me metí en la cancha para ver cómo estaban, para ver en qué se puede afinar y qué podemos corregir. Es un experimento nuevo. Tendremos que avanzar y ver qué hacemos”.

Maximiliano Nóbili lo acompañará en el cuerpo técnico: “Maxi tiene que ser los ojos míos porque hay cosas que no las puedo recepcionar o ver, lógicamente se pierden muchas cosas. Va a ser muy plural todo esto, yo lo voy a hacer muy participativo y las voces de todos van a importar. Hay que divertirse, si al final todo esto no es más que un juego”.

Si bien hay algunas experiencias de personas ciegas integrando el staff técnico de algún equipo, el caso de Diego Cerega al mando de un combinado que juega una liga nacional es único en el mundo. Y quiere abrir esa puerta para que otros puedan seguir el mismo camino.

“Creo que eso es lo más importante en todo esto, que los ciegos se animen a hacer lo que quieran. Tienen una vida por delante. Más que lograr el campeonato que todos queremos ganar y ser mejores que otros equipos, que se animen”.

El flamante entrenador de Fundación Paradeportes desea que “los jugadores trabajen y sean más completos, ser un buen compañero afuera de la cancha y que tomen de mí lo que les sirva”.

Pero hay algo que no va a permitir: “No quiero que mis jugadores digan ‘no puedo’. Quiero que digan ‘Lo voy a intentar’”.