Deporte convierte oscuridad en luz para atleta refugiado sirio

Anas Al Khalifa, nacido en Siria, espera llegar a Tokio 2020 como parte del Equipo Paralímpico de Refugiados para compartir un mensaje de esperanza con otros desplazados 02 Jun 2021
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Anas Al Khalifa in his wheelchair posing to the camera while surrounded by kayaks
Anas Al Khalifa espera llegar a Tokio 2020 como parte del Equipo Paralímpico de Refugiados
ⒸReinaldo Coddou H - Getty Images
By Teddy Katz | For the IPC

Cuando la medallista olímpica y ahora entrenadora Ognyana Dusheva conoció a Anas Al Khalifa, posible atleta del Equipo Paralímpico de Refugiados en Tokio 2020, no vio más que oscuridad en sus ojos.

“Vi a un joven asustado. Se podía ver en sus ojos. Era muy infeliz. Pero al mirar su cuerpo, sus manos y hombros, pude ver lo fuerte que era, el potencial que tenía”.

Le pregunté si le gustaría probar el kayak.

Dijo: “No sé qué es eso”.

Poco después de ese primer encuentro, como era pleno invierno en Alemania y no podían salir al río congelado, lo hizo subir a un kayak en una piscina pública para que Al Khalifa pudiera remar por primera vez.

La hija de la entrenadora se sujetó a la parte trasera de la embarcación para ayudarlo a mantener el equilibrio, ya que, con una lesión medular, el vuelco puede ser un problema para Al Khalifa.

“Es muy inteligente. Si le enseño algo, incluso con mi limitado alemán, lo entiende enseguida”.

Ognyana, el nombre de la entrenadora, significa fuego en búlgaro, y eso es apropiado porque ese primer encuentro fue literalmente un chispazo y ayudó a devolver algo de luz a la vida de Al Khalifa.

Para entender la transformación total de la que habla, hay que remontarse a donde empezó todo para Al Khalifa.

INICIOS

Nació en Hama, Siria, en 1993 y tuvo una infancia bastante normal. Todo cambió para su familia cuando comenzó la guerra en 2011 y todos se separaron.  

Su único hermano, con el que era muy unido y que trabajaba en la policía, dejó su trabajo para no tener que elegir un bando y luchar en la guerra, y se fue a un campo de desplazados internos.

Al Khalifa, que entonces era solo un adolescente, fue a otro campo cercano, a solo tres kilómetros de la frontera con Turquía.

“Los campos eran los únicos lugares en los que no había armas ni combates. Era el único lugar en el que nos sentíamos realmente seguros”, dice Al Khalifa a través de un traductor.

Al Khalifa pensó que estaría allí un par de meses. Acabó viviendo en ese lugar dos años. Finalmente, decidió huir a Turquía. Aunque estaba a pocos kilómetros, le parecía un mundo.

Tras varios intentos, finalmente llegó a Turquía en 2014, durmiendo en una mezquita la primera noche.

Al Khalifa encontró trabajos esporádicos como maletero, llevando frutas y verduras. Vivió en Turquía durante un año, manteniendo un estrecho contacto con su hermano y sus padres. 

“El plan era que mi hermano o yo fuéramos a Alemania para construir un futuro mejor y ayudar a mantener a la familia”.

Su hermano decidió que quería quedarse en Siria para estar con sus padres.  

Al Khalifa emprendió el arriesgado viaje que muchos refugiados conocen muy bien. Lo llevaría de Turquía a Grecia y luego a Alemania. Pero el viaje en sí fue una pesadilla a la que no estaba seguro de sobrevivir.

“Lo llamo el viaje de la muerte porque estaba lleno de riesgos en el camino”.

A lo largo de un mes que nunca olvidará, hizo dedo, saltó a los trenes, se escondió en el bosque e incluso le robaron.

NUEVA VIDA EN ALEMANIA

En agosto de 2015, llegó a Alemania, sin saber hablar alemán pero con muchas esperanzas sobre el futuro. Su nueva vida creía que acababa de empezar... o eso parecía.

En Alemania, su sueño era continuar sus estudios, convertirse en mecánico y ganar suficiente dinero para ayudar a la familia. Mientras se asentaba en el primer año, no pudo trabajar mientras esperaba la documentación adecuada.

Al año siguiente, consiguió un trabajo ayudando a instalar paneles solares en los tejados. Lo hizo durante casi dos años. El dinero que le sobraba a final de mes lo enviaba a su familia.

Un día lluvioso, el 7 de diciembre de 2018, estaba trabajando en un edificio de dos plantas cuando resbaló y cayó al suelo.

“Realmente no recuerdo mucho porque perdí el conocimiento durante cuatro o cinco días. Llamaron a una ambulancia y a un helicóptero para que me llevaran al hospital”.

Al Khalifa cayó de espaldas y sufrió una lesión incompleta de la médula espinal, lo que significó que tenía limitado el movimiento o la sensibilidad de las extremidades inferiores. También se quebró la pierna izquierda en varias partes. 

Estuvo un mes en un hospital y luego fue trasladado a otro, donde tuvo que someterse a varias operaciones y a rehabilitación durante un año y medio.

Para poder comunicarse con el personal médico, aprendió alemán con su teléfono desde la cama del hospital.

“Las cosas eran muy oscuras para mí en ese momento. Despertarse y saber que no vas a poder volver a caminar. Todo se te pasa por la cabeza. Incluso las peores cosas posibles. Todo se transformó en un desastre”.

El sueño de la familia de que empezara una nueva vida en Alemania parecía acabado. Solo les dijo a sus padres que se había quebrado la pierna. No reveló el alcance total de las lesiones para que no se preocuparan. El único al que se lo contó fue a su hermano.

Justo cuando las cosas parecían sombrías, unos ángeles de la guarda aparecieron repentinamente.

COMENZANDO EN EL PARA CANOTAJE

Al Khalifa dice que el equipo médico del segundo hospital lo apoyó mucho, incluida su fisioterapeuta. Tenía un amigo que competía en para canotaje. Juntos, animaron a Al Khalifa a probar este deporte.

"Mi fisioterapeuta me presionó mucho y me mostró que el deporte era realmente importante para mi proceso de rehabilitación porque te da esperanza. Realmente te levanta cuando estás en el fondo y en el punto más bajo de tu vida. Fue una forma de sacarme de la oscuridad que sentía", dice Al Khalifa.

Eso lo llevó al club de canotaje SV Halle Para Kanu, donde conoció a Ognyana Dusheva, su actual entrenadora.

Dusheva había ganado una medalla de bronce en la prueba K4 500m en los Juegos Olímpicos Seúl 1988. Como atleta, fue nombrada una de las mejores velocistas búlgaras del siglo XX. Desde entonces, ha pasado a ser entrenadora en diferentes países del mundo.

Hace poco más de un año, justo antes de que se produjera la pandemia de COVID, Al Khalifa probó por primera vez el canotaje en aquella piscina cubierta. No tenía ninguna confianza en sí mismo y no creía que lo llevaría a ninguna parte. Pero ocurrió algo curioso: cada día que iba a remar, seguía mejorando.

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Close shot of kayak with Al Khalifa A. written on its side
© Reinaldo Coddou H - Getty Images

 

Se motivó para entrenar duro al ver que otros atletas con discapacidades más graves que la suya lograban tanto.

Su hermano también lo animó desde Siria.

“Fue sobre todo gracias a la persistencia de la gente que me rodea, incluida mi entrenadora, y a la forma en que creyó en mí, que empecé a creer en mí mismo”.

Dusheva le dijo que tenía potencial para llegar a Tokio.

“El deporte acabó formando parte de lo que soy. Ahora no puedo dejarlo”.

Estar en el agua ha dado a Al Khalifa una nueva vida, una nueva luz.

“Cuando voy a entrenar, el deporte es una demostración de cómo puedes lograr tantas cosas y te olvidas de la discapacidad. Te hace sentir que ya no tienes ningún impedimento”, dice Al Khalifa.

Dusheva dice que ahora Al Khalifa sonríe todo el tiempo. Ha hecho muchos amigos en el deporte y es una persona diferente después de estar en el agua, olvidando todos sus problemas.

“Siento que Anas es como mi hijo. Me hace feliz. Cuando veo cómo ha crecido. Es como una hermosa flor que ha brotado de una semilla”.

“No hay palabras para describir mi gratitud por lo que mi entrenadora ha hecho por mí”, dice Al Khalifa. “Se mete en el agua conmigo. Me apoya. Tengo mucho respeto por mucha gente en este deporte. Pero especialmente por mi entrenadora”.

Ahora le gusta entrenar dos veces al día, llueva o salga el sol, incluso bajo una lluvia torrencial.

“Cuando lo conocí, vi la ambición. Vi el fuego interior”, dice su entrenadora. Y añade: “No conocía el deporte. Pero era muy valiente. Un día se tiró al agua fría. Pensé que no volvería al día siguiente. Pero dijo: “No, Ogi, tenemos que entrenar mañana”. Tiene agallas”.

Dice que quizá eso tenga que ver con lo que Al Khalifa tuvo que superar en su camino.

“Tiene algo especial en su interior. Muchos atletas, la primera vez que tienen grandes problemas, se rinden. Pero él solo quiere continuar”.

Eso fue puesto a prueba recientemente.

NOTICIAS DEVASTADORAS

En diciembre de 2020, Al Khalifa recibió una llamada de sus padres que le devolvió parte de la oscuridad del pasado.

Sus padres lo llamaron con una noticia horrible sobre su hermano.

Al Khalifa hace una pausa de casi diez segundos y se esfuerza por encontrar las palabras. Su voz se quiebra al intentar describir lo sucedido.

“Aunque mi hermano se había negado a participar en la guerra, un día hubo una pequeña contienda entre algunos individuos. Nadie sabe exactamente qué pasó, pero mi hermano recibió un disparo accidental en el corazón y... murió”.

Al Khalifa quiso dejar el deporte tras conocer esa trágica noticia. Pero Dusheva insistió en que continuara.

“Estaba realmente muy triste, y le dije: ‘El deporte puede abrir tantas puertas en este mundo y lo más importante es que debes permanecer en este deporte porque tu hermano estará allí en el cielo, y te apoyará’”.

CON LA VISTA PUESTA EN TOKIO 2020

Fiel a sus palabras, hace poco se abrió otra puerta. Al Khalifa se enteró de que era un posible miembro del Equipo Paralímpico de Refugiados en Tokio. A finales de junio sabrá oficialmente si formará parte del equipo.

“Vi la luz en sus ojos cuando escuchó la noticia de que podría estar en el Equipo de Refugiados”.

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Refugee Para athlete Anas Al Khalifa paddling
© Reinaldo Coddou H - Getty Images

 

Al Khalifa dice que eso sería un sueño hecho realidad, algo que nunca podría haber imaginado cuando vivía en el campamento allá en Siria.

“Había tanta destrucción a mi alrededor y la guerra, pasando por campos de refugiados y teniendo que saltar de frontera en frontera”.

Si consigue llegar a Tokio, espera compartir un mensaje con otros desplazados.

“Todo el mundo tiene que luchar y seguir adelante. Nada es demasiado difícil. Si tienes que intentarlo una o cien veces, tienes que seguir adelante”.

Pero serán sus padres, a los que no ha visto en 10 años, y su familia los que estarán en su mente, si consigue llegar a Tokio.

“Aunque ya no esté con nosotros, quiero ir allí para que mi hermano y mis padres estén muy orgullosos”.