Escucha mi voz: Macarena Cabrillana cuenta cómo el Para deporte le dio esperanza

Tenista en silla de ruedas chilena se sincera sobre su lucha contra la depresión y describe cómo ha aprendido a hacerle frente 28 Mar 2021
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Macarena Cabrillana celebrates with clenched fists
Macarena Cabrillana became Chile's first wheelchair tennis player competing at a Grand Slam
ⒸGerardo Villena
By Macarena Cabrillana

Como tenista profesional, vivir un Grand Slam es incomparable. Es lo más lindo. Es lo que todo tenista aspira y lo máximo a lo que puedes llegar. Allí están los mejores del mundo, compartes todo con tus colegas. Entrenas y compites en las mismas canchas que los tenistas convencionales, las mismas instalaciones. Es el mundo perfecto para los tenistas. 

Fue un sueño para mí haber visto de cerca a grandes estrellas como Rafael Nadal, Serena Williams, Naomi Osaka. Gente que solo veía en la televisión o en las redes sociales.  

Aunque me enfoqué en lo deportivo, en lo que tenía que hacer, me maravilló cada experiencia, todo lo que me tocó vivir. Ni siquiera en la tele pensaba que era así de bueno. Fue cumplir un sueño que sólo se ve en las películas. Siento un orgullo y una satisfacción tremendos. Ahora estoy enfocada en que quiero hacerlo mejor la próxima vez y creo que puedo lograrlo. 

Pero no fue para nada sencillo llegar a este momento tan positivo, sino que debí construirlo paso a paso. Estoy muy orgullosa de mí misma luego de atravesar momentos oscuros.

Hace 12 años, a mis 16, había días que se tornaban en semanas, y semanas que se volvían una eternidad. Sentía tristeza, pena, por distintas razones.

Problemas personales, familiares y la idea de no querer vivir más no se presenta de un momento a otro. Lo dudas, pero estás cansada y no quieres vivir más. Llega a ser así de fuerte. No puedes levantarte, es un gran desafío. 

Sin embargo, hay una fuerza que trata de que no lo hagas. No tienes ánimo ni energía de querer hacer algo. Lo he escuchado de muchas personas: se trata de ocultar estos síntomas y lo disimulan con estrés u otras excusas para no asumirlo. Además, era muy introvertida, no contaba lo que me pasaba, trataba de ocultarlo, para que no se preocuparan por mí. No quería ser un problema, pero no sabía cómo solucionarlo… 

No se trata de no poner tu parte, es un estado en lo que todo se pone negro. Tienes unas gafas negras y todo lo ves así, y no puedes sacártelas. Y vas a ver así hasta que recibas ayuda. Hoy sé que hay soluciones y que no lo volvería a hacer, pero no me culpo. Ese día llegué caminando de la escuela al apartamento en el que vivía con mi papá y mi madrastra. Estaba sola en la casa, pensando en mi habitación, con mucho miedo, pero sentía que tenía que hacerlo, que no había otra solución. Fue un impulso. Y accioné para morirme en ese momento. Por un instante perdí la conciencia y cuando la recobré estaba rodeada de personas, médicos, ambulancias. Me llevaron a la clínica. 

Tenía depresión. La depresión es un tema tabú, lamentablemente no se toca, no se habla. La gente siente vergüenza al sobrellevarlo. A nivel nacional, en Chile, y también regional en Sudamérica no se habla. Esta es una enfermedad más que requiere tratamiento médico, psicológico y/o psiquiátrico y con eso se puede llevar una vida como la del resto de las personas. Tiene solución y es más común de lo que se cree. 

Cuando estuve en la clínica, no sólo hubo que tratar mi depresión, sino también el resto de las secuelas que derivaron de mi accionar. Fue difícil al comienzo, las primeras semanas hubo mucha incertidumbre. Comencé con la rehabilitación de manera lenta y progresiva, objetivos cortos y pequeños. No recuerdo que me hayan dicho que no iba a volver a caminar, por eso el propósito fue entrar en un instituto de rehabilitación como Teletón. Hasta ese momento, mi relación con la discapacidad era nula. 

Al llegar a allí, me sorprendí de que un montón de que personas con discapacidad eran felices. Niños, jóvenes, grandes. Me di cuenta de que la discapacidad que había adquirido no era nada de otro mundo, que no iba a impedirme hacer lo que quisiera. Además, tuve tanto apoyo de mi familia, de los profesionales, que sentí que, después de no haber querido vivir, tener una discapacidad no era terrible. A los pocos meses conocí el tenis y eso me ayudó a despejar la cabeza. Seguí con un apoyo psicológico y psiquiátrico muy fuerte. Me pude conocer a mí misma, adentrarme en la enfermedad de la depresión y saber pedir ayuda. 

El primer día que llegué a la escuela de tenis de la Teletón estaban todos ellos: Robinson Méndez, María Antonieta Ortiz, Francisca Mardones, Francisco Cayulef…El ambiente que vi, el nivel de amistad, de compañerismo me impactó mucho. Robinson pasaba más tiempo fuera de Chile que adentro, el juego que desplegaba…Fueron tantas cosas que me impresionaron, me enamoraron.

Y el tenis en particular es un deporte lindo, competitivo y que te obliga siempre seguir mejorando, aunque seas número uno, porque el próximo partido lo puedes perder. Me ayuda a mantener mi cabeza y mi cuerpo al 100%. Además, te permite tener amistades de diferentes culturas, viajar, y un sinfín de oportunidades. 

Con la pandemia, hay muchas personas que han perdido su trabajo, pasaron por situaciones difíciles, muchas encerradas, y eso pudo derivar en cuadros depresivos. El deporte ayuda, pero tiene que haber un apoyo médico y psicológico, eso es lo que deberían sugerir todos. 

Futuro deportivo

Los objetivos, a partir de ahora, son poder entrar en el top 10 e ir de manera directa a un Grand Slam. O estar más cerca de eso si quiero pedir otro wild card. ¿Por qué es tan importante en el tenis en sillas de ruedas llegar al top ten? Porque, lamentablemente, por ahora, en esta disciplina del tenis, el cuadro es solamente de ocho jugadoras o jugadores: quienes se ubican en las primeras siete posiciones del ranking más un wild card o invitación especial. En general, ese cupo es para alguien del país donde se juega ese Major. 

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Macarena Cabrillana having breakfast at the Australian Open
Ⓒ Macarena Cabrillana

En 2020, a pesar de la pandemia, fue un año muy bueno para mí. Pude ir a España, jugué los pocos torneos que hubo y que se hicieron en Europa; entre ellos, un ITF1 que gané y en el que vencí a la campeona Paralímpica de Río 2016, la neerlandesa Jiske Griffioen, y a la quinta del mundo, la británica Jordanne Whiley. Ahí sumé varios puntos y escalé puestos en el ranking. 

Cuando comenzó a publicarse información sobre el Abierto de Australia, con mi equipo empezamos a soñar y aplicamos para esa invitación especial. Mientras esperábamos la respuesta, estábamos ansiosos, mirábamos el correo electrónico todo el tiempo. Hasta que llegó la confirmación. Lo soñé, pero no tenía la certeza de que iba a estar ahí y lo logré: después de tanto esfuerzo y tanta lucha, logré algo que jamás me habría imaginado; ser la primera tenista chilena en sillas de ruedas en disputar un Grand Slam.

Desde ese instante hace muchos años en que mi voluntad no se cumplió, siento que tengo una deuda en esta vida. Mi objetivo era morir, pero el destino me dio un propósito: ayudar a las personas que están pasando una situación como la que sufrí yo. 

Mi meta es ayudar desde mi experiencia, desde el haberlo vivido. Confío en que puedo sacar el máximo provecho de esta segunda oportunidad que me dio la vida y no tengo dudas de que lograré lo que me proponga.